Hexagramas 29 y 57, sobre el oído y el olfato.

Nuestra cultura dice "si no lo veo, no lo creo". Sobrevalora el sentido de la vista por sobre los otros sentidos. Esto sucede cuando uno se aparta de la naturaleza y no ha existido nunca una cultura humana tan apartada de la naturaleza como la nuestra.

Antes usábamos el oído y el olfato para guiarnos en la oscuridad. Cuando domesticamos el fuego ganamos un gran aliado, pero nuestra percepción se redujo a la esfera de luminosidad que abarca una fogata. Qué hay por fuera de esa esfera de luminosidad nos es desconocido y avanzamos con una antorcha o un farol porque para los demás sentidos somos como ciegos. Sin embargo seguimos usando estos sentidos acotados a algunas cuestiones muy puntuales.

El hexagrama 29 habla de aquello que nos suena pero no vemos. "Esto me suena a..."
El hexagrama 57 habla de aquello que olemos pero no vemos. "Esto me huele a...."

En ambos casos seguimos por un camino que no vemos guiados por esa percepción. Cuando no podemos identificar algo aunque lo miremos estamos en el trigrama agua o en el trigrama viento. Si lo miramos pero no lo vemos no hay más remedio que guiarse por el agua y por el viento. Ese es el Maestro del Agua y del Viento del Feng Shui. Alguien que lo sabe todo por el sonido y el olor. Nada que ver con el Feng Shui falseado de nuestros días.

El maestro del agua y del viento en el Romance de Los Tres Reinos
en la visión de John Woo

En el hexagrama 29  identificamos la cosa por el sonido y su concordancia, por el acoplarse de ondas de sonido entre lo que oímos ahora y nuestra memoria de otros sonidos que hemos oído en el pasado. Digamos que somos expertos en acoplar ondas de sonido, algo como un poeta o un músico. Eso es lo que nos guía en el 29, El Abismo, Lo Abismal, El Agua, el oído.
Si lo oigo y no lo veo estoy en la oscuridad pero me guío por el sonido del agua. La sangre hace ruido al correr por nuestras arterias y nos mantiene vivos.

Las orejas, el riñón, aceptar el miedo. Tengo miedo pero igual me embarco porque si no lo hago no vivo. Y es un sin sentido vivir y no estar vivo. Ya que estamos acá usemos la vida hasta la última gota, que a vivir se aprende viviendo.  Es lo que hace el riñón, limpia la sangre todo el tiempo, la limpia como el ciclo del agua lo hace en el planeta. Puede hacerlo porque la sangre se mueve a un ritmo variable por el riñón, un ritmo que acompaña la vida.. Si la sangre se estanca en algún órgano o no circula al ritmo apropiado por el riñón la sangre se envenena y eso nos mata sin haber vivido. Nos mata el miedo a vivir, el miedo a sufrir, el miedo a morir. Es un absurdo, igual moriremos porque estamos vivos.

El sonido de una palabra nos hace encontrar otras emparentadas, el timbre del teléfono nos dice que alguien se quiere comunicar con nosotros. No sabemos quién es pero existe. Si queremos saber quién es debemos responder al llamado.
Este hexagrama 29 es un llamado anónimo mientras no lo respondemos. Si no nos embarcamos en el llamado, si lo desoímos, permanecerá en el anonimato.

En el hexagrama 57 no son ondas como en el sonido; son efluvios, vapores sutiles de materia que emanan de la cosa desconocida. Decimos "esto huele y la cosa que emana estos olores puede estar por acá" y rastreamos la cosa por sus efluvios, esos que trae Viento.
Es algo que está fuera de la vista pero su olor nos llega y se va, nos llega y se va. Es un olor que nos asalta y se escabulle luego, igual que un ladrón. Por eso rastreamos en los rincones como hace el viento.
Es como un sueño importante, que está tan claro en el recuerdo cuando despertamos y luego se desvanece. ¿Dónde se fue? Y otro día volvemos a soñar lo mismo. La cosa ronda cerca de nuestra consciencia pero la elude. Va y viene como un olor de origen desconocido.

Con el hexagrama 29 buscar con el oído, con el 57 buscar con la nariz. En ambos casos se trata de cacería y la presa es muy astuta y misteriosa. No es esa presa fácil de la cacería de nuestro tiempo que cae por el GPS, el radar y la superioridad tecnológica. Ni la cacería del príncipe del hexagrama 8 que cuenta con ayudantes que le traen la presa a las manos; la cacería viciosa que es una ejecución, un fusilamiento.

Juan Carlos de Borbón orgulloso de su asesinato ritual

Es una cacería de las de antes, de las de los cazadores que cazaban para vivir, de esas donde uno arriesga la vida para vivir con lo que sabe y puede por sí mismo.

Acá hay dos héroes y ambos tienen jefes. Sus jefes son como el cazador vicioso del hexagrama 8.

El trigrama Sun se identifica con el viento, el viento es aire y el aire trae olores. Pero este trigrama también de asocia al árbol y el árbol tiene raíces. Las raíces del árbol tantean su camino bajo tierra en la oscuridad y entonces Sun también se puede asociar al tacto. El tacto es otro de los sentidos que usamos cuando no hay luz.
Sun es doblemente perceptiva y se asocia a la investigación. Cuando uno investiga tantea por acá, tantea por allá; olfatea por acá, olfatea por allá. Porque cuando uno investiga está a oscuras.

Uno se guía por los efectos para encontrar las causas, porque Viento no se ve, pero agita los árboles. Tampoco se ve la raíz del árbol, pero ninguno duda de que la tenga. La raíz sostiene y nutre a la parte de árbol que vemos. La causa está oculta pero el efecto es visible.
Sun busca lo que está oculto en lo visible, lo que nadie ve pero necesariamente existe. El signo visible nos lleva a lo invisible. Como cuando leemos un hexagrama.

Como ese viejo método de encontrar la huella de una pisada y por ella imaginar el animal que la causó. O ese otro igual de antiguo que es averiguar quién ha sido favorecido con un asesinato premeditado para encontrar al culpable. O aquel otro del médico que se vale de síntomas para encontrar el causante de una enfermedad.
Los tres tienen buen olfato, el rastreador, el detective y el médico. Se han adiestrado para ello