El Hexagrama 23, Po, y el vigía en el sexto puesto

Todo lugar con el que entras en contacto, es un lugar para practicar el camino

El tema de este hexagrama es la presencia de la muerte en la vida, y nuestras actitudes de frente a ese conocimiento. Cuando tenemos que lidiar con lo perecedero

El hexagrama 23 nos habla de una condición de la que sí o sí nos debemos hacer cargo, todo acá es perecedero.

La actitud más común frente a esta condición es hacer como que no sucede nada, nos cuesta registrar en la conciencia y reflexionar sobre la condición mortal de todo lo vivo.

Si estamos con vida moriremos es algo en lo que algunos de nosotros intentamos pensar lo menos posible. Pasar de la muerte es una actitud en apariencia despreocupada, que en ocasiones oculta un extremo rechazo. Si siempre hemos eludido reflexionar sobre la muerte somos irresponsables hacia todo lo que tiene vida, y la muerte propia y ajena nos sorprende, como si nunca hubiéramos oído hablar de ella.

Por el contrario, en otros sucede una reflexión morbosa sobre la muerte.

Una especie de fascinación, como la del ratón que está en poder del gato. Y como preferimos ser el gato elegimos esparcir muerte a nuestro alrededor; matar para no morir. Es decir, sobrevivir a todos: tomar la energía de los demás y ser tacaños con la nuestra. Pedir y conseguir más y más vida, y construir altas y gruesas murallas para custodiar nuestro tesoro. El resultado final es el mismo, porque lo que vive muere. Pero acá se ocupa la vida en conseguir tesoros que te la hagan feliz, Y así vas, de tesoro en tesoro, juntando y juntando. Como si nunca fueras a morir..

Pero a la gran mayoría nos gusta leer las necrológicas del diario, para saber cuantos conocidos han muerto, y felicitarnos por seguir vivos. Y después las noticias de las páginas amarillas, para poder felicitarnos por nuestra buena conciencia. Y cuanta desgracia haya en el mundo, guerras y hambrunas y desastres naturales, todo eso nos fascina.

Sea como sea, la forma de enfrentar la muerte durante la vida es la cosa más patética de ver. Parece como que en este tema somos niños.

Nuestra cultura no nos prepara para las cuestiones de la vida y de la muerte. Nuestra cultura está muy ocupada haciendo negocios con la vida y la muerte, se ha quedado en el hexagrama 21. Parece como si al tener una gran fortuna pudiéramos comprar vida de calidad y en abundancia.

Enunciar el 21, la justicia retributiva y distributiva, es a lo máximo a que ha llegado. Al 22 lo comprende poco, casi que sólo lo tolera. Eso del equilibrio entre contenido y forma le resulta extraño, sospechoso.

Al 23 lo desconoce.

Supongo que en algún momento, pronto o tarde en la vida, las circunstancias nos llevan a tomar distancia y a plantearnos seriamente la cuestión. A hacernos una consciente y personal actitud frente a la muerte, y la consecuente actitud frente a la vida.

¿Cómo lo ve el I Ching?

Parque Rural de Anaga, Tenerife, Islas Canarias

Hexagrama 23, La Desintegración

En el hexagrama 23 hay una sola línea Yang, la sexta. Su forma es como la de una chimenea volcánica que ha perdido la montaña que la incluía y está expuesta a la erosión. El núcleo duro, de lava solidificada, se estira hacia el cielo.

Roque es el nombre que se le daba a la torre del ajedrez, y también es una imagen posible para el hexagrama 23.

De esta manera vivimos, expuestos a la muerte sin remedio. Y nos cuesta reconocerlo y aceptarlo. El único que lo acepta es la línea yang en la sexta posición.

Las torres de vigilancia están en la frontera del mundo conocido, en las marcas que nos separan de lo salvaje y desconocido, del desierto. También en las fortificaciones, como los mangrullos en los fortines, o el vigía en el carajo del palo de mesana. O un faro encendido en la noche en una costa peligrosa. O una enfermera nocturna, o un asesor del Ministro de Salud Pública si los ministros de salud pública hicieran honor a su título, porque vigilar la salud no es curar enfermedades. Curar enfermedades es un negocio, velar por la salud es un servicio.

También un fiscal está en esta posición, y un abogado de oficio. Y alguien en un alto cargo político está en esta condición. Y un periódico, y un periodista de investigación. O alguien que conduce un auto en la ruta a las cuatro de la mañana con sus hijos dormidos en el asiento trasero.

Pero también cada uno de nosotros, y en todo momento, aunque solemos contestar "yo no sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?"

Una torre de estas es un lugar peligroso, es mejor tomar consciencia de ello.

Sea como sea, la sexta línea parece ser único hombre libre en la multitud de esclavos, el único que está en libertad de acción. A reconocido y aceptado su muerte y vive en una extrema lucidez. Vive el día, no hace planes ni pretende tener todo bajo control. Sabe que no puede

Es como alguien que está despierto y alerta allá arriba, durante la noche, y dirige su mirada y su atención a todos los puntos cardinales.  Su trabajo es cuidar la vida del barco, del reino, de los demás que duermen. Y, si se da la ocasión, despertar a alguno, compartir lo que sabe.

Esa línea yang es el vigía nocturno, no se traslada, está quieto en su puesto. No es el guardia nocturno que recorre las calles, no es un policía o un guardia de seguridad.

Es el que está consciente y debe sentir una grave responsabilidad, tiene un amplio panorama, y vigila. También está muy expuesto, y lo sabe. No es un lugar cómodo para estar. Allí se entera de todo lo que sucede, no se puede hacer el tonto, y sus convicciones son puestas a prueba. Si la línea cuatro se pone firme sabe que esa muerte podría haberse evitado.

Porque todas las líneas yin de abajo son su responsabilidad, él es el único consciente del peligro que corren.

La muerte y el despojo acecha a los que están durmiendo, a los distraídos, a los ausentes, a los que no perciben el peligro, a los que no saben ni quieren saber de la presencia de la muerte en la vida, a los enfermos y minusvalidos, a los abusados en sus derechos por propia ignorancia, a los desinformados, a los clones.

Por eso cuando la quinta línea se pone firme le significa un gran alivio, porque se puede apoyar en el príncipe, tiene el apoyo de la autoridad natural de todo hexagrama. Es la línea que está más próxima y puede aceptar las enseñanzas del sabio. O un buen consejo.

¿Y qué sucede cuando esta única línea yang del hexagrama 23 pierde su firmeza? Puede ser porque ya no hay posibilidades de acción efectiva, o porque también se duerma, o porque descuide la vigilancia mirando hacia otro lado. Haciendo como que no ve. 

Ritsema lo traduce así,

La fruta madura no ingerir.

El chün tzu adquiriendo un acarreo.

Pequeñas Personas despojando la choza. 

Si nadie come la fruta madura algo nutritivo y lleno de vida se desperdicia. La fruta madura es para ser comida, para dar vida; porque la vida se alimenta de la vida.

El hombre que no se deja llevar por su caprichosa voluntad comprende que ya no hay nada que hacer allí, su vigilia a terminado. Se retira con sus principios intactos, deja el puesto, no come la fruta madura que está en su mano porque es la que tiene las semillas del futuro. No todo depende de él.  El chün tzu no es un tonto, y la sexta línea es la del sabio.

Me hago esta escena mental:

La línea yang -que por su posición y condición, sabe todo- tiene la fruta en la mano; la mira, la pone sobre la mesa, toma sus pertenencias, saluda y se va. Cierra la puerta con suavidad. Se pierde en la noche, se confunde con la multitud. No duda ni un instante, no necesita decidir.

Así se preserva para otra oportunidad.

Te puede interesar esta otra entrada para el hexagrama 23:
https://abatesoderini.blogspot.com/2020/03/hexagrama-23-linea-2-quitarle-el-marco.html

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Encontré algo apropiado para la 23.6 y, en general, para todo el hexagrama. Es una poesía que Bertold Brech escribió para Lao-Tse, El Viejo que escribió el Tao Te King. 

Lao Tze también es un 23.6 y para todos es afortunado cuando por fin se decide a escribir.

Lao Tze

 Brecht imagina la leyenda del Tao Te King así:

A los setenta años, ya achacoso,

sintió el maestro gran ansia de paz.

Moría la bondad en su país

y se iba haciendo fuerte la maldad.


Se anudó los zapatos.

Empaquetó las cosas necesarias.

Pocas. Pero algo había de llevar.

La pipa en que se fuma cada noche.

El libro que lee a todas horas.

Un poco de pan blanco.


Gozó mirando el valle, y lo olvidó

cuando la senda empezó a ascender.

Rumiaba el buey, alegre, hierba fresca

mientras llevaba al viejo.

Porque no iba demasiado de prisa.


Caminó cuatro días entre peñas

hasta que el aduanero lo detuvo.

"¿Alguna cosa de valor?". "Ninguna".

"Es un maestro",dijo el joven conductor

del buey. Y el aduanero comprendió.


Y el hombre, en un impulso afectuoso,

preguntó aún. "¿Qué ha llegado a saber?"

Y el muchacho explicó: "Que el agua blanda

hasta a la piedra acaba por vencer.

Lo duro pierde".


Aprovechando aquel atardecer,

tiró el guía del buey y siguieron viaje.

Ya se perdían tras un pino negro

cuando el buen aduanero los alcanzó.

"¡Esperadme!!, les gritaba.


"Dime otra vez eso del agua, anciano".

Se detuvo el maestro: "¿Te interesa?".

"Soy sólo un aduanero", dijo el hombre,

"pero quiero saber quién vencerá.

Si tú lo sabes, dímelo.

¡Escríbemelo! ¡Díctalo a este niño!

No lo reserves sólo para ti.

En casa te daré tinta y papel.

Y también de cenar. Yo vivo allí.

¿Aceptas mi propuesta?"


Examinó el anciano al aduanero:

chaqueta remendada, sin zapatos,

viejo antes de llegar a la vejez.

No era precisamente un triunfador.

Murmuró: "¿Tú también?"


Había vivido demasiado para

no aceptar tan amable invitación.

"Quien pregunta merece una respuesta.

Detengámonos ahí", dijo en alta voz.

"Hace ya frío", lo apoyó el conductor.


Echó pie a tierra el sabio de su buey;

escribieron durante siete días,

alimentados por el aduanero,

quien maldecía ahora en voz muy baja

a los contrabandistas.


Una mañana al fin, ochenta y una

sentencias dio el muchacho al aduanero.

Y, agradeciéndole el pequeño don,

se perdieron tras el pino negro.

No es fácil encontrar tanta atención.


No celebremos, pues, tan sólo al sabio

cuyo nombre en el libro resplandece.

Al sabio hay que arrancarle su saber.

Al aduanero que se lo pidió

demos gracias pues.




De Kalendergeschichte, Historias de Calendario.

Lao Tze va hacia el oeste. Aguada a tinta (Sumi-e) Pienso que es posible que viendo esta pintura Brecht haya imaginado el valle. A la derecha, sobre el sendero y en primer plano, hay un adolescente que lleva del cabestro a un buey montado por un anciano . No la pude encontrar completa en las imágenes de google